Julia y Beltrán

Julia: -Es fuerte. O sea, toda la vida sufriendo esos días “especiales” por ser mujer y, ahora que quiero disfrutar de su lado positivo y ser madre, resulta que mis ovarios no sirven para nada, o casi.



Julia se dedica a la pescadería, el negocio familiar, en cuerpo y alma. Le gusta su vida. Todas las mañanas toca madrugar pero la verdad es que no sabría vivir de otra manera. Por otro lado, trabaja con sus dos hermanas y no hay día que no pase algo en el mercado digno de ser contado a su marido, Beltrán, cuando llega a casa. Sin embargo, la humedad del “puesto” siempre ha guardado relación con un incremento en sus, habituales, molestias premenstruales.
Beltrán es un tipo tranquilo, “muy buena persona” dice su suegra. Corredor de frutas y legumbres ya establecido. A veces el rigor de la jornada le supera pero la reconfortante vuelta a casa es su mejor balsámico.



Son una pareja joven, 33 y 32 años respectivamente, llevaban ya un par de años casados cuando decidieron “ir a por el primero”(hijo, se supone). Cuando pasaron seis meses sin conseguir resultados se dijeron que “ya llegaría cuando tuviese que llegar”.

Han pasado dos años y la ansiedad ha hecho mella en las ilusiones del matrimonio. No es la primera dificultad que tienen que afrontar en su vida. Julia, siempre al día, se ha enterado de que esto le está pasando a muchísima más gente y, claro, mal de muchos... solución terapéutica existente. “Que sí, Beltrán, que no se que pasa con la vida que llevamos y resulta que hacéis unos espermatozoides, que yo que sé... Tanto estrés y tanta ciudad es lo que tiene.” Y Beltrán “que es un cacho de pan” (según su suegra) finalmente ha cedido y ha ido a ver que tal nadan sus “pececillos”.



-La buena noticia es que tus espermatozoides, Julián, son perfectamente aptos para la reproducción. La regular es que el siguiente paso para ayudaros sería estudiarte a ti, Julia, por si algo no funcionase bien.

-Vaya por Dios, al final siempre pago el pato...


El Gine.





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